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Beldurrak (Te ha despertado)
(Iñaki Irazu) Te ha despertado el miedo en la noche en la oscuridad de la habitación en tu casa sin saber a qué se debe... Y te asombras, sí, te asombras al hallar en ti ese sentimiento que hacía tiempo habías dejado atrás. Es de risa andar así a tus años, cuesta creer que eso pueda pasarte a ti! Pero el miedo ahí sigue y al final te quedas quieta, quieta, acurrucada en la cama. Pidiendo a tu sueño que te coja, pidiendo que llegue, que llegue, al nuevo día. Errua nirea da (La culpa es toda mía) (José Luis Padrón) Cierto, lo confieso, estoy muy arrepentido, he consumido días por encima de mis posibilidades. He derrochado más horas de las que caben en un anuario. He tragado noches por encima de mis posibilidades. He fracasado tanto como lluvia cabe en el mar. Lo reconozco: me arrepiento de haber vivido tanto. Lo reconozco: me arrepiento de haber vivido tanto. Sí, es verdad, y me arrepiento, he querido saber por encima de mis posibilidades. He derrochado tanto como luz cabe en la oscuridad. He sentido tanto como dicha cabe en la mirada. Lo sé, y me arrepiento tanto, he amado por encima de mis posibilidades. He pretendido tanto como partes caben en el infinito. He abierto el corazón por encima de mis posibilidades. He sufrido tanto como dolor cabe en el mundo. Ororekin bakean (En paz con todo) (Xabier Lete) Sé que una tarde de otoño me subiré al autobús que atraviesa la ciudad y me llevará en un tiempo perdido al barrio silencioso donde se respira el aroma de las madreselvas. Y es que la gente se ha ido bajando allá, en paradas asombrosas, y la aguja de un tren lejano ha impreso velocidad a la quietud de las calles. Finalmente solo, último viajero descenderé yo también en un rincón de la ciudad me sentaré allí en algún lugar confesando al tibio sol el cansancio de la vida y me dormiré, quizá para siempre por fin en paz conmigo en paz con todo. "Irasagarrak" ("Las Membrillo") (Iñaki Irazu) En la esquina de la carretera vieja hay luz en la taberna de siempre. Los viejos del pueblo se reúnen, cuando anochece está a rebosar. Tres ancianas, tres, suelen estar, dulce sonrisa detrás del mostrador. Tres, son tres, tres hermanas y la mayor sabe tocar el piano. Si no es una será otra la que ocupará su lugar, pues la sonrisa de ningún modo tiene que cesar en su taberna. Y es que los viejos del pueblo, que andan más bien solos pelo blanco si lo tienen... todos los días se reúnen allí buscando la dulzura de su corazón. Vino oscuro piden a cambio de un poco de luz en su sonrisa “Las membrillo” les dice la gente del pueblo con cierta malicia... Yessica (Yéssica) (Lourdes Oñederra) El coche se para junto a la acera y Yéssica sale la primera, morena, exótica, bonita, no muy delgada el pelo recogido, labios gruesos, pantalones ajustados y una chamarra más alegre que abrigada. Lleva una carpeta en el brazo izquierdo, un bolso negro colgado del hombro. No habla, no habla, no sonríe Sale luego un hombre por el lado del conductor y cierra el coche según se aleja. Pip. Se pone a la altura de Yéssica, en silencio. Alrededor, fábricas y pabellones. Se dirigen a uno de ellos los dos, uno junto al otro, el hombre y la joven hacia una puerta en la que pone “oficina”. El hombre es mayor que ella, de unos sesenta años, vestido a la manera de la mayoría de los hombres de aquí, la mayoría de hombres de su edad. Pantalones grises. Las dos manos en los bolsillos. La izquierda y la derecha, las dos. La derecha: la misma que hace poco ha estado sobre la rodilla de Yéssica. Hace poco, durante algunos minutos, demasiados minutos, demasiados para ella, cuando, tras salir de la ciudad, venían hacia esta zona industrial los dos en el coche, uno junto al otro / él hablando, Yéssica callada la mano de él sobre la rodilla de ella. A ver qué nos dicen en esta fábrica, a ver si nos pagan de una vez, no están fáciles las cosas por aquí, ya sabes. Menuda suerte la tuya trabajando con nosotros -y los dedos se hunden un poco más en la cálida rodilla de Yéssica- Pero tú no te preocupes, mientras nos arreglemos: Yo siempre necesitaré una secretaria. Troppo Solo (Bernardo Atxaga) Me encontraba de vez en cuando con ella, más o menos como Dante con Beatriz en el viejo puente, en Florencia, según la pintura, y pensaba ¡Oh, Dio! tengo que adelgazar, tengo que perder doce o trece kilos, y ponerme bien, esbelto, perché sono innamorato y porque, en general, las chicas no quieren saber nada de los chicos de más de cien kilos. Pero, ¡porca miseria! ¡Está todo tan rico! La pizza margherita, la lasagna, il vino… ¡Mamma mia! En siete meses gané siete mil setecientos veinticinco gramos, peso ahora un total de ciento dieciséis kilos, y debo decir adiós a mi amada, oh cara mia, addio! Jamás podré iniciar una nueva vida contigo, cenaré solo todas las noches, solo, troppo solo. Liburua ala kafea (Entre un libro y un café) (Harkaitz Cano) Aunque suspiro por una nueva caldera, lo que tengo en el bolsillo es calderilla: piezas melladas de un puzzle, piezas de un cielo que no encaja... Con dos perras chicas justo me alcanza para llegar a fin de mes. He de elegir entre ambos pues: ¿un libro o un café? Un libro de segunda mano que palpo con los dedos: ¿cuántos, antes que los míos, no habrán acariciado estos pliegos? Pero, para engañar al hambre y templar el frío, no por vicio, el estómago reclama un café. No dejo de pensar en la librería de viejo, si es un libro o un café lo más propicio... Las ventajas del café: la euforia breve, un amargor dulce, calorías para el buche. Las ventajas del libro viejo: la de vivir dos veces, porque pensar la vida es labor de los escritores. Ser o no ser, he de elegir y reconocer el daño: “Póngame un vino, aunque sea del año”. Abesti Arraroa (Joxemari Iturralde) Lluvia, preocupación, ayer, nostalgia seis, sueño, mesa, reloj de siempre, mentira, uno, nada, yo. Tú, más, aceite, mañana tormenta, niño, llave, dos por detrás, cajón, salir, canción. Nunca, nieve, tres, aquí foto, árbol, dolor, ron llanto, de nuevo, peine, tú y yo |